Hotel Kafka - Libros Recomendados

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Estás en Libros recomendados por Hotel Kafka: febrero 2007

lunes, 26 de febrero de 2007

Las encantadas, Herman Melville

Herman Melville
Las encantadas
Ediciones Artemisa, 2006.
Traducción de Ana Lima; prólogo de Francisco León.
15,95 euros


Hacia 1846, Melville avista las Galápagos, habían pasado dos siglos desde que los españoles al mando de Tomás Berlanga pisaron por primera vez la isla. A lo largo de ese tiempo las Encatadas o Galápagos fueron tierra de piratas, presos, soldados-reyes, reyes-tiranos, balleneros, fugitivos, náufragos, ermitaños; inquilinos que dejaron en la corteza de las islas, cicatrices que el autor de Moby Dick en 1854, reconstruyó para la revista Putnam´s Monthly Magazine. A lo largo de diez cuadros, Melville retrata un enclave que había servido como refugio, cárcel, Estado o laboratorio-estado y tierra de nadie, que había sido tentativa frustrada de todos los asentamientos planeados por el hombre. Cuando Melville llega las tortugas y los perros, fieles supervivientes de los hombres, dominan el archipiélago: “los vestigios de los ermitaños y las cavidades de piedra no son los únicos rastros de humanidad que se encuentran en las islas”. Cartas abandonadas, animales domésticos, caparazones de tortugas, epitafios y tronos de piratas, no fueron claros avisos o un retrato lo suficientemente desolador para los futuros inquilinos que convirtieron las Encantadas en hotel de ricos, hospedaje de noruegos, y en muro de lágrimas. Hacia 1854, Melville, adelantándose a la historia, retrata en Las Encantadas la expulsión del hombre de las Galápagos. Un siglo más tarde la humanidad prescindirá de su deseo de vivir sobre ellas.

Más info: http://www.artemisaediciones.com/

viernes, 23 de febrero de 2007

Las Bestias, de Ronaldo Menéndez

Las bestias
Ronaldo Menéndez
Lengua de Trapo, 2006
144 páginas, 15.21 €




por MATEO DE PAZ




En la literatura cubana se ha hablado de la ciudad caribeña con alegría y desenfreno, con cierta nostalgia por lo que fue y nunca tuvo, mediante el humor absurdo o incluso a través del surrealismo. También se ha designado a Cuba sin nombrarla, haciendo que el lector digiera las sugerencias y los matices mediante la representación de un lugar en el mundo callando su nombre pero haciendo ver que se trata de lo que el lector sospecha e imagina. El hambre cubano nos ha llegado a través de televisores y de revistas, gracias a quienes lo han sufrido y ya no viven allí o a los turistas que lo han visto sin padecerlo. Las bestias, sin embargo, nos habla de un hambre especial y distinto, un hambre que nace en la «oscuridad de la incertidumbre» del ser humano: «En la ciudad nadie se había planteado que criar puercos en bañeras, techos, traspatios y armarios, carecía de urbanidad. Pero el meollo tenía raíces más profundas», comenta el narrador a propósito de la cría de cerdos. Esta simbología del hambre, puesta en contacto con la persecución del profesor Claudio Cañizares, hace que entendamos la novela como un intento por mostrar la desolación del pueblo dirigida desde un «gobierno absoluto» que domina todas las cosas. De hecho, al protagonista le será imposible imaginar la «causalidad» de las cosas que lo asedian hasta la desesperación y la angustia o por qué razón Jack y Bill, agentes de una Sociedad Secreta, lo persiguen para matarlo, cuando él mismo se identifica con un cero a la izquierda, con un ser anodino que vive al margen del ser o como un punto blanco sobre un fondo blanco. En realidad, lo único que guarda interés para el personaje es pasar desapercibido y continuar con las investigaciones que giran en torno a su tesis.

Por otro lado, los puercos que el vecindario cría en clandestinidad son alimentados mediante baldes de sancocho, de tal forma que a través de los restos de la poca comida puedan aprovecharse sus cuerpos para la alimentación humana, y otros usos. Estos usos están velados por el misterio que a lo largo de la obra estarán resueltos con la aparición del hambre y la curiosidad de Cañizares por saber la razón para su crimen. La etapa final, donde todos y cada uno de los fragmentos diseminados a lo largo de la obra encuentran su punto de justa resolución, es sorprendente y brillante. El hambre de la sociedad en que viven los personajes, en apariencia epidérmicos, y la paradoja que deviene con la aparición de algunos elementos tecnológicos encuentra una respuesta trascendental en la extinción de los gatos de tejado y la posterior desaparición del avestruz del zoo, alimentado y engordado por el propio director del parque para puchero de su familia. El hambre, como vemos, cumple una función esencial en la obra: es el móvil, motor y eje conceptual y crítico; aunque hiperbolizado en la desaparición de otras especies zoológicas: «El mal ejemplo cundió, y poco a poco fue diezmada la comunidad de cocodrilos, ciertas especies de monos, todas las aves, algún que otro camélido y otros herbívoros». En Las bestias, por tanto, la cría de cerdos para la supervivencia de una sociedad hambrienta y desposeída de libertad tiene una simbólica semejanza con la vigilancia y el exterminio del sujeto por una Sociedad Secreta. Mediante un lenguaje a veces extraño, lleno de atrevimientos y de torpezas lingüísticas («aquel gerundio de cadáver», los morenos que empiezan a «machihembrarse», un camarero «enclaudiomismado», «alcantarillamente bajos», etc.), pero explicado por la bruta personalidad de un «Gordo-escritor-traficante de armas y otros objetos (yo)» que pretende ser lo que no representa (un buen escritor), una serie de diapositivas polifónicas en su parte final, compuesta de un fragmento de tesis, un diario, un epílogo y la confesión de Bill a las puertas de su muerte, hacen de la novela, en definitiva, una suerte de compleja estructura narrativa que nos recuerda demasiado al arte cinematográfico.

martes, 13 de febrero de 2007

La muerta enamorada, por Théophile Gautier

La muerta enamorada, por Théophile Gautier
Artemisa Ediciones, 2007 Santa Cruz de Tenerife.


Miembro destacado de los renovadores literarios del siglo XIX en Francia (a él dedica Baudelaire sus Flores del mal en un encabezado ya célebre), Gautier cultivó con fortuna géneros tan diversos como la novela, la poesía, el teatro o el libro de viajes. Sin embargo, quizá lo más conocido de su producción continúen siendo sus cuentos breves, de corte fantástico y en ocasiones con un punto macabro, memorables por la concisión del estilo, su original tratamiento de los temas y su capacidad para la evocación de ambientes post-románticos. Artemisa Ediciones recupera ahora una de sus narraciones más celebradas, La muerta enamorada, una historia de amor obsesivo y vampirismo que conserva intacto a través del tiempo todo su poder de fascinación.



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