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jueves, 27 de diciembre de 2007

Un clavo en el corazón - Paulo José Miranda


Paulo José Miranda, Un clavo en el corazón, Traducción de Antonio Sáez Delgado, Editorial Periférica, Cáceres, 2007.



Un clavo en el corazón no es solamente una novela, sino también una poética y una carta. La carta es un texto fragmentado enviado por Tiago da Silva Pereira a su amigo, el poeta portugués Cesário Verde, fallecido de tuberculosis en 1886, donde se recogen las ideas en torno a la poesía y la filosofía de ambos autores. Así, la filosofía de Tiago y la poesía de Cesário conforman el universo significativo de Un clavo en el corazón. Hay un poema que aparece en la obra como pretexto para su escritura, el titulado El sentimiento de un occidental. En él Cesário Verde analiza la sociedad portuguesa de fin del siglo XIX, algo que nos queda muy lejos. Sin embargo, lo importante de la obra es que se maneja un tema que ha sido tratado por muchos autores del XX: la desaparición del escritor a través de su escritura. Cuando ya Blanchot y tiempo después Paul Virilio tocaron el tema, cuando Kafka nos enseñó a pasar del yo al él y Vila-Matas en España a investigar en la desaparición del arte, del artista y del hombre, Cesário Verde se preguntaba mucho antes si en la luz podríamos desaparecer igual que lo hacemos en las sombras y si el artista existe cuando no está presente en las conversaciones de los demás. Un clavo en el corazón es una novela ágil y hermosa, con un lirismo desgarrador y cierta patología de artista que se pregunta por su situación en el mundo.

martes, 27 de noviembre de 2007

Hijos de la ficción

Antes de comenzar a leer “Nadie me mata” de Javier Azpeitia (Madrid, 1962), invito al lector a que dedique unos minutos a sí mismo. Le invito a que se coloque frente a un espejo y se mire fijamente a los ojos, a sus ojos, y a que repase detenidamente cada uno de los órganos que le componen y luego a todo su conjunto. Después de permanecer observándose durante algún tiempo, encare su reflejo, diríjase a él y hágale esta pregunta: ¿Quién soy? Si ésta le parece demasiado complicada, puede comenzar por ésta otra, más sencilla: ¿Qué soy? Ahora, ya se encuentra en buena disposición para despegar la cubierta de la novela que tiene entre sus manos y comenzar a leer.



La identidad, quizás no sea otra cosa que la correcta adecuación entre el cuerpo y la mente, y si el siglo XX sirvió, entre otras cosas, para agravar la falta de respuestas y crear más confusión sobre la concepción de un individuo, que se piensa a sí mismo y se pone en relación con el mundo circundante, hoy en día, la situación al respecto no es mucho mejor. Salman Rushdie ha definido al “Yo” moderno como: ”…un edificio tembloroso que construimos con retales, dogmas, injurias infantiles, artículos de periódico, comentarios casuales, viejas películas, pequeñas victorias, gente que odiamos o que amamos”. Y es precisamente esto lo que le ocurre al protagonista de la novela, un ser fragmentado, condenado a vagar eternamente de un cuerpo a otro. Obligado a reencarnarse una y otra vez por medio de la “metempsicosis”, término filosófico griego que sirvió para occidentalizar los procesos de la transmigración del alma, contemplados en las doctrinas orientales. Un individuo que se ve obligado a despertar cada vez dentro de alguien distinto a quien es él, sin la memoria de lo que antes fue y atormentado por la culpa de algo que no logra recordar, y cuya única referencia de identidad, es la que se va formando a través del cúmulo de experiencias y sensaciones adquiridas, tras el paso por el cuerpo de cada uno de los diferentes personajes que componen la novela y a la vez su vida. Un personaje, colocado sobre el tablero de un juego donde la casilla de salida se confunde con la de llegada, sin un final claro, sin ganadores o perdedores, cuyo único objeto es el de jugar, como el de la vida es el de vivir.

Una novela ésta, estructurada sobre ocho capítulos que a su vez representan ocho casillas del juego de la oca, por el que transitan sus personajes, y donde hasta el final del libro no queda claro quién es quien mueve las fichas y quién es el que tira los dados, porque como ya dijera Stephen Hawking rebatiendo la famosa afirmación de Albert Einstein: “Dios no sólo juega a los dados. A veces también echa los dados donde no pueden ser vistos”. Enfrentando así al protagonista y al lector seguidamente, a una nueva tesitura: somos hijos de un destino elegido al azar o por el contrario no somos más que el fruto de una sucesión de causas y efectos. El autor en la novela toma partido frente a esta cuestión como ya deja bien claro nada más empezar, en su dedicatoria del libro: “Para Lucía Azpeitia, que ya sabe elegir al azar y la importancia de ver la luna cada noche”, y luego por boca de uno de sus personajes cuando éste dice:“…tienes que elegir qué cosas están en el pasado y qué cosas están en el futuro, como si el tiempo no fuera un único fluido imparable… O también puedes jugar a otro juego más común, igual de divertido: es como si todo hubiera sucedido ya, y tú te dedicaras a buscar a los culpables, las cusas incausadas. Como si unas cosas sucedieran porque otras han sucedido. Es el gran juego de la ética, geometría pura, y te otorga la libertad, la alucinación del libre albedrío, al precio de la estupidez, ¡ja!…”. Y es que esta novela recoge los sinsabores del existencialismo que el siglo pasado vertió sobre todos nosotros, causando en los personajes la misma sensación de vacío y de vértigo al saberse estar flotando sobre la nada. Provocando el consiguiente mareo y su posterior Náusea, a la vez de la sensación de sentirse como permanente Extranjero, en un mundo que ya no se reconoce como propio. Pero lejos de construir así un relato desesperanzador, “Nadie me mata”, como ya apunta el título de la obra, extraído de uno de los pasajes de la Odisea y que forma parte del engaño con el que un hombre, Odiseo, consigue librarse de morir devorado por el gigante Polifemo, pretende ser una forma de librarse, a su vez, de esa pesada carga existencialista que pende sobre nosotros, que nos hace temer el final y no encontrar sentido a todo esto. Y es que una visión posisitivista del existencialismo no deja de ser un engaño que nos permite librarnos de lo incierto. Así, si efectivamente nuestro alrededor carece de sentido, por qué preocuparse por nada y no comenzar a vivir sin esas cargas que nos atormentan. “El juego de la oca representa la vida, pero no hay que interpretarlo, sino jugar. La vida hay que vivirla: ¡atrápala y no la sueltes! No importa lo que dure.” dicen durante uno de los pasajes del libro.

Los personajes aparecen construidos como un personaje de personajes, o lo que es lo mismo: un personaje que se crea y es, gracias a la existencia de los otros, como una suerte de monstruo de Frankenstien. De este modo, la unión entre lo formal y lo conceptual camina y funciona armónicamente dentro del texto. Formalmente, como acabamos de ver, mediante la transmigración de la mente del protagonista y su paso por cada uno de los otros personajes, y conceptualmente atendiendo a la idea de la existencia de un subconsciente colectivo que forma parte indiscutible de nuestra identidad como seres humanos. Que ratas en laboratorios, sometidas a ciertos experimentos de aprendizaje, aprendan y que estos conocimientos aprendidos sean transmitidos a su progenie de generación en generación no sólo en línea genética directa, sino a la totalidad de la especie, es una teoría científica que intenta probar uno de los personajes del libro por medio de dichos experimentos. Experimento que debería servir para cuestionarse dentro y fuera del libro, sobre si los seres humanos sufrimos esta misma dictadura de la memoria de la especie, ligada a la idea del inconsciente colectivo postulada por Carl Gustav Jung, como seña de identidad que nos domina a todos y que a la vez que sirve como el motor que impulsa la creación del yo individual, encapsulado dentro de un cuerpo. “El yo es una ilusión que anima a vivir, que mantiene con vida cada una de las partes de una suerte de enorme hormiguero…”

La única pega reprochable a la novela es su exigencia para con el lector, de quien no sólo reclama atención y concentración, sino el uso y el trabajo constante de la memoria, convirtiendo ésta, la memoria del lector, en un elemento formal del libro que sirve para colocarle, de igual a igual, en la misma tesitura en la que se encuentra el personaje principal, obligándole a tener que hacer el mismo esfuerzo, constantemente, de recordar para construir. En este caso para construir el rompecabezas de una angustiosa trama, que el autor hila perfectamente, sin que quede ningún cabo suelto o se le pueda tachar de incoherente. Cumpliendo perfectamente con los requisitos que hacen falta para trazar una historia a medio camino entre el género negro y el género fantástico, entre el modernismo y algunos tintes de post modernismo, que quedan reflejados en la construcción de un escenario - ciudad, Madrid año 2007, donde la población está siendo diezmada, poco a poco, por elementos que se escapan del aparente control humano, como una pandemia de gripe aviar o atentados y ataques imprevistos de organizaciones terroristas desconocidas. Una historia de la que es difícil despegar la mirada y que consigue atrapar al lector de tal manera, que casi impone la condición de tener que ser leída de un solo golpe. Pero sobre todo, y quizás sea esto lo que hace de la novela, una buena novela, es que no ofrece ninguna respuesta. Y no sólo no contesta nada, sino que plantea las mismas preguntas que hacen al ser humano ser lo que es, y además incluye otras nuevas. Nuevos interrogantes que se suman a la colección de incertidumbres con las que nos levantamos todos los días, siendo nosotros mismos u otros distintos. La duda de no saber si somos hijos de una ficción, y si es así, qué ficción, y quién la crea. ¿Nosotros?…



Otras referencias:
* Reseña de Rafael Reig en La Voz de Asturias

martes, 13 de noviembre de 2007

Erase una vez el tiempo

Resulta curioso que un país como el nuestro, tan dado a las antologías poéticas, no produzca más antologías como la que aquí nos ocupa, un proyecto de Ediciones Atlantis que sorprende por lo arriesgado de la apuesta y la audacia de haberla llevado efectivamente a cabo, más aún teniendo en cuenta la casi total escasez de posibilidades de publicación de un autor novel y sin padrinos en éste o en cualquier otro lugar del planeta. Tic-Tac. Cuentos y poemas contra el tiempo, reúne entre sus páginas a 60 autores, algunos de los cuales acreditan ya una sólida carrera literaria o, en el peor de los casos, un nombre lo suficientemente reconocido como para ser garantía de calidad en el mercado. Entre los primeros están nada menos que Espido Freire (El tiempo huye), el asturiano Rafael Reig (El tiempo sobre los manteles), el poeta y novelista Leopoldo Alas (biznieto de su homónimo y que participa con el poema (Una lengua común) o el cubano Ronaldo Menéndez (El efecto mariposa), todos ellos autores con obra publicada, relativamente jóvenes y a los que la crítica ha reconocido su contrastada valía. Entre los segundos, la artista Ouka Le(e)le o el polifacético Luis Eduardo Aute, quienes aportan a esta antología dos poemas inéditos (Del cuaderno de Cintra y Lo que sea, pero ya). Junto a ellos, nombres hasta ahora desconocidos como Alberto Massa, César González Álvaro, Julio Montesinos, José A. Gallardo o Guillermo Aguirre.
El tiempo como metáfora, como inevitable hilo conductor o como juego de espejos narrativos; el tiempo, en fin, como fundamento de la propia literatura (no olvidemos que es el tiempo, precisamente, aquello a lo que se enfrenta cualquier autor, y sus consecuencias lo que explora cualquier texto que pretenda considerarse literatura), es el punto de contacto entre los distintos relatos y poemas de la antología. Sin embargo, no es aquí –como ya se ha dicho- donde radica el verdadero interés de la misma, sino en el extenso listado de nombres nuevos que el editor se ha atrevido a colocar junto a aquellas “vacas sagradas”, todos ellos escritores desconocidos para el gran público, a pesar de que algunos hayan publicado ya sus primeras obras. Obviamente, el conjunto, como toda antología, es desigual, lo que no significa que carezca de hallazgos de una extraordinaria madurez literaria. Relatos como Capítulo de barro nº1, donde el madrileño Alberto Massa juega sin pudor a ser a la vez Pynchon y Cortazar; Errores de cálculo, en el que Cesar González Álvaro nos ofrece una moderna relectura del mito de Sísifo; Un cuento ruso, en el que Eduardo Vilas se acerca al juego de realidades de El capote de Gogol; Sobre arenas movedizas, de Guillermo Aguirre, una borjiana metáfora de la memoria personal; o, en fin, los futuristas Al contar mi historia el recuerdo, del bilbaíno Mateo de Paz o El tiempo y la guerra de J.D. Álvarez. Todos estos relatos, junto a los también excelentes Todos los palacios vacíos o Cuando Dios tira de un lado…, por citar apenas una pequeña muestra, conforman el núcleo fuerte de Tic-Tac, un libro que demuestra que es posible dar salida a apuestas literarias sin el apoyo de los grandes grupos de difusión, y que cuenta con la entusiasta participación de los profesores y estudiantes de Hotel Kafka, una escuela de escritura de reciente creación que ha venido a dinamizar con sus iniciativas el panorama cultural de nuestra capital. Ediciones Atlantis continúa, así (y ya van tres años de vida), su apuesta por la edición independiente regalándonos esta estupenda recopilación de autores propios y ajenos con la certeza de que, en todo caso, sólo “el tiempo es el mejor antologista, o el único tal vez…”.



Título:
Tic-Tac Cuentos y poemas contra el tiempo.
Género:
Narrativa
ISBN:
978-84-96621-61-9
Autor:
Varios: José Trujillo Priego, Rafael Reig, Eduardo Vilas, Ronaldo Menéndez, Mateo de Paz, Espido Freire, Luis Eduardo Aute, Guillermo de Roebruck, J. D. Álvarez, Leopoldo Alas, Ouka Leele, Estefanía Muñiz, Guillermo Aguirre, Jeny Schönberg, Francisco José Blanco Torres, David Ávila Sanz, Alberto Masa, Fran Meliá, Ángel Fernández de Marco, Manuel José Díaz Vázquez, Wallas Pravic, Rubén Darío, Antonio Castillo-Olivares Reixa, Celina Borja, Rodrigo del lago, Pilar Cruz Herrera, David Carril, José Manuel Cano Pavón, Rosa Cáceres, José A. Gallardo, Joaquim Pisa, Juan Antonio Pizarro Martín, Sergio García Reina, Ernesto Capuani, Antonio Ferrer, Santiago García Rey, Julio García Llopis, Pilar Sifas, Enrique Sánchez Elvira del Álamo, Enrique Fernández, Miguel F. Martín, Juan Carlos Nevado, Francisco Llorca, Alberto Almeida, Ángeles López Sánchez, Xavier Gassó Lorido, Carmina Vidal, Benito de la Calle Pascual, Luis Cabello Muñoz, Miguel Ángel Sánchez Fernández, Carlos López, Leonor Rudat, Luis Pérez Malpica, Ricardo Robla, Conchita Ximénez, Yolanda Hernández Villalón, Luis Moreno Carmenado, Luis Henares, César González Álvaro, Eva Martín Soler, Sonia Alonso Orfila.

domingo, 7 de octubre de 2007

Pudor y dignidad - Dag Solstad

UN INSTANTE DE TEMBLOR

Pudor y dignidad - Dag Solstad
Pudor y dignidad
Dag Solstad
Otras lenguas. Lengua de trapo.
Madrid. 2007. 140 pag.

Ahora esta aquí, frente a nosotros tenemos al profesor Elias Rukla – “en el fondo un profesor de instituto cincuentón, algo alcoholizado, con una mujer que había ensanchado un poco demasiado”- y frente a él, sus alumnos que bostezan mientras el profesor – nuestro profesor de literatura Noruega, “cincuentón, algo alcoholizado”, con sus alumnos frente a él- explica el drama de Ibsen; El Pato Salvaje a sus alumnos – esos alumnos que frente a él bostezan- Y quizás esté diciéndoles que la obra trata de la pérdida de la mentira vital, como dice Reilling, uno de los personajes del drama – secundario personaje- “si quita usted la mentira vital a un hombre corriente le quita al mismo tiempo la felicidad” frase que el doctor Reilling (¿el portavoz o no de Ibsen?) en la obra dirige a otro personaje –quizás explique ahora nuestro profesor de literatura Noruega frente a sus alumnos que bostezan- (dará igual a que personaje pues en la obra todos viven de mentiras) aunque quizás no explique eso. No. Quizás – nuestro profesor- Se pregunte porqué Ibsen necesitaba a Reilling en el drama. ¡A Reilling! – Un personaje secundario que solamente se deja ver cuando descubrimos que es el frustrado pretendiente de otro personaje- Y quizás sea en este instante en el que nuestro profesor -como Reilling, con un ligero temblor o estremecimiento cuando entra en el drama- tenga la sensación de haber descubierto algo nunca antes visto y se esfuerce en hacérselo notar a sus alumnos – que están frente a él y que bostezan- Y entonces nuestro profesor diga a razón de Reilling; “¡Ahora está ahí. Atrapado por su amargo destino como el eterno y frustrado pretendiente de la señora Sorvy! ¡Aquí lo tenemos metido de lleno en el drama por primera y última vez!”
Y probablemente nuestro profesor – cincuentón, personaje secundario en su propia vida- esté mientras habla como Reilling está, metido de lleno en su propio drama -la fugacidad del tiempo, la caída de unos padres ideales, el desmoronamiento de la belleza, de una mujer que ahora es la suya, pero que antes lo fue de su mejor he idealizado amigo- por primera y última vez, metido de lleno en su propio drama.
Y es por eso –porque nuestro profesor nunca pensó en ese drama de Ibsen como ahora piensa- por lo que al salir al recreo y ver que su paraguas no se abre en modo alguno, romperá dicho objeto –un objeto que cubre, que tapa como la mentira tapa y los alumnos bostezan- a porrazo limpio contra el suelo del patio, saltará sobre él, y como un Pato salvaje – ante la mirada ahora alucinada de los alumnos que antes bostezaban- gritará a uno de ellos; - “¡Zorra! Cómete el bocadillo gorda sebosa!”- Y estará ahí –nuestro profesor- en su momento de temblor, como Reiling lo está cuando muestra su eterna figura de amante rechazado. Y echará andar por su Oslo y conforme avance – nuestro profesor, con la mano ensangrentada por el paraguas roto- rememorará toda su vida que cobrará un nuevo sentido – porqué Dag Solstad, el autor de esta novela otorgará a Elias como Ibsen a Reilling el don de la última palabra- en una última frase final que quizá este también ahí para ofrecerle – a nuestro profesor- “un momento de temblor frente a un destino congelado”: - Es terrible pero no hay camino de vuelta- Y será cierto. No lo habrá porqué los años han pasado y nada era como cabía esperar, o nada fue como se dijo.
Con una prosa obsesiva y circular, de ritmo travieso que se decanta a lo largo del texto, Dag Solstad, nos ofrece la historia de un desmoronamiento (el desmoronamiento de un hombre, de la sociedad en la que cree, de los valores que la integran). Una historia que ácida y mordaz se cuenta en un instante (ese de temblor) uno por el que pasa toda una existencia y que puede o no ser una relectura del Pato Salvaje (Dag Solstad utiliza la clase primera de la novela como si fuera la leyenda de un mapa, un mapa que será después la vida del profesor Elias Rouka) pero en la que mas vale que nosotros no bostecemos como sus alumnos, pues podríamos perdernos las claves para entender el que será (probablemente) nuestro propio desmoronamiento cuando el tiempo se cobre, de un solo plumazo, a quemarropa, a la vez todas sus víctimas.
Deberíamos quizás a veces de recordar, al idealizar nuestro universo, sus pactos representativos; “que una puerta es solo una puerta”. Como Solstad nos advierte en el primer párrafo “en el fondo era un profesor de instituto cincuentón, algo alcoholizado, con una mujer que había ensanchado un poco demasiado y con la que desayunaba todas las mañanas”.

domingo, 30 de septiembre de 2007

Dejen todo en mis manos - Mario Levrero

Mario Levrero
DEJEN TODO EN MIS MANOS
Caballo de Troya, 2007
121 páginas, 11.90 €

por MATEO DE PAZ

La obra de Mario Levrero (Montevideo, 1940-2002), como la de Kafka, está impregnada por el espíritu de su época, que es la nuestra. En Dejen todo en mis manos, por ejemplo, Levrero da cuenta de la labor austera y solitaria del escritor, no siempre reconocida, que se ve obligado a regalar casi el trabajo de años por tener algo que llevarse a la boca: «Tengo los bolsillos vacíos ––dice a su editor––. Necesito algo ya mismo. Dame un adelanto de mil dólares y quedate con los derechos». La trepidante velocidad narrativa de los acontecimientos hace que la novela (que al principio parece tener como asunto más importante la publicación de la obra del escritor fracasado, del narrador) recorra el camino de la investigación. Al final, ese mismo escritor deshecho por el fracaso, y del que no sabemos su nombre, acepta investigar el paradero del autor de una obra ––sin título y sin remite, escrita bajo seudónimo–– debido a que en Montevideo «no existe la profesión de escritor, y el escritor está obligado a hacer cualquier cosa, excepto ––naturalmente––, escribir, si quiere continuar sobreviviendo». En realidad, lejos de lo que el narrador esperaba, su novela no solamente ha sido olvidada por los editores, «el Gordo» y «el viejo», sino que para que se lea deberá aceptar ese trabajo detectivesco: viajar hasta Penurias y localizar a un tal Juan Pérez, supuesto autor de una «obra maestra, probablemente la mayor escrita sobre este suelo».


En un breve ensayo reciente, el crítico literario Ignacio Echevarría hablaba de la obra de Levrero como de «la búsqueda de la salvación del Espíritu», pero no como en Musil, donde hay una búsqueda en el espacio del «mundo moderno», sino más bien del espacio de la personalidad rara, extravagante y difícil del propio Levrero. En cierto sentido Echeverría tiene razón al decir que el autor uruguayo «no tiene empacho en exhibirse a sí mismo como un hombre –él sí– carente por completo de los atributos idóneos para abrirse paso en el mundo moderno, del cual, por otro lado, se desentiende soberanamente, embarcado como está en una despiadada, radical y desternillante introspección». Después de leer todo Onetti ––y entender que la obra de Mario Levrero es un sumando más que se añade a una línea concreta, la de la desesperación en un espacio asfixiante y cerrado, y que no carece de aportaciones peculiares en la literatura uruguaya posterior al autor de La vida breve o El astillero––, me he dado cuenta de que el espíritu de Dejen todo en mis manos se mueve entre dos tipos de espíritu: el del mundo moderno y el del propio Levrero. Ambos escritores, Onetti y Levrero, comparten en su literatura, en su escritura, la labor austera y solitaria del escritor, no siempre reconocida, y la asfixiante dificultad que encontramos para abrirnos paso en el mundo moderno.

Dejen todo en mis manos está escrita en un estilo sencillo y vigoroso, tal y como se dice que está escrita la novela de Juan Pérez. Por esta razón ––a veces–– el lector confunde ambas obras, se acercan y se cruzan: en las dos se narra lo que ve, siente y observa el propio sujeto del libro ––como en un ensayo––, un protagonista que es «más bien contemplativo»; en ellas se cuestiona el papel del escritor como testigo de una sociedad inculta y vacía; en ambas el reconocimiento final parece tener su razón de ser en la profesión elegida. La obra de Juan Pérez habla de la sucesiva precipitación hacia el vacío de las instituciones, los valores, la economía y, sobre todo, la cultura, en un lugar, Penurias ––parábola del mundo––, donde nadie lee y, por supuesto, donde nadie escribe. Otro dato más: Dejen todo en mis manos también está escrita con el mismo miedo de quien entrega su novela sin remite y bajo seudónimo: «el sobre no traía remitente. El matasellos correspondía a una pequeña ciudad del interior que llamaré Penurias (y lo digo al pasar: he cambiado todos los nombres y apodos de personas, lugares y países, para no lesionar a nadie), y la novela estaba firmada por Juan Pérez (...) Juan Pérez es un seudónimo».

Finalmente, para la crítica, la obra de Levrero es inclasificable y anómala, como la del protagonista, «buena, pero…», una obra que se mueve entre el relato policíaco, el ensayo y la novela ontológica. Dejen todo en mis manos es hermosa, significativa y trascendente. La novela de Mario (Jorge) Levrero (Varlotta) no sólo nos hace pasar un buen rato, sino que además aporta las claves para entender una parte del espíritu salvaje de nuestra época y las “penurias” por las que debe pasar el escritor si quiere ver publicada su obra.

miércoles, 22 de agosto de 2007

El hombre y la bestia ¿su homólogo?

Las bestias
Ronaldo Menéndez
Lengua de Trapo, 2006
144 páginas, 15.21 €





Dicho así uno podría pensar que se trata de un documental de animales, y en parte lo es, en esa parte en la que nuestra propia existencia tiene algo de documental de animales (nos enfrentamos, sentimos miedo ante el peligro y podemos sobreponernos con el ataque) pero no, se trata de el nombre que le pongo a esta reseña de la última novela de Ronaldo Menéndez (La Habana 1970) titulada y no sin razón; “Las Bestias”.
De ella y de su género “negro” (existe una trama criminal, existe Cuba) se ha dicho que recuerda al lenguaje cinematográfico. Se ha hablado de Tarantino, y es cierto que el ritmo de la novela es trepidante, que la aparición de la trama In media res (Un apocado y triste profesor de filosofía que descuelga el teléfono para escuchar conversaciones cruzadas asiste a la planificación por parte de dos sujetos desconocidos de su propio asesinato) coloca al lector desde la primera página dentro del tejido celular, sangrante y oscuro de esa acción directa que caracteriza a algunas películas.
Pero hay más. Sabemos que hay más:
Está el hambre, un hambre que es de un pueblo, Cuba, “que manda a sus vástagos avituallados” para pescar con caña gatos desde los tejados. Una Cuba que en ningún momento es nombrada (que juega al dominó en sus esquinas) para que ese hambre trascienda y se generalice como el hambre de todos los pueblos oprimidos, y en último caso sea el Hambre, con mayúscula, de un hombre, nuestro profesor, Claudio Cañizares, que es también símbolo del estado, que acabará, desde su primera y primitiva ingenuidad, convertido en opresor en “El arma humana en dos patas”.
Un Hambre filosófica e existencial, el Hambre de un Hombre (nuestro profesor de Filosofía, Claudio Cañizares, “anodino pajero y solitario”) que pretende vorazmente acometer una tesis doctoral de la Oscuridad, también con mayúscula, y que lo que consigue (empujado por sus perseguidores) es arrumbarse en esa “noche cósmica” de la que Heidegger dice “es preciso que sea explotada y arrostrada por personas que estén dispuestas a llegar al fondo del abismo”.
Un hombre que cría un puerco “esa maquina de devorar todo lo que no sea su propio cuerpo” en el baño de su casa; ese sitio símbolo de las intimidades coprófagas, (ya sabemos que un hombre que está criando un puerco en el baño de su casa, es alguien que cría cuervos en lo mas intimo de sus entrañas)
En fin, un hombre que habrá de enfrentarse a su homólogo ¿o no?; El cerdo, la Bestia y que ganador o perdedor, en la novela, gracias a un último elemento sorprendente, se alzará como alguien condenado de antemano, condenado desde antes de que toda la trama se pusiera en marcha sobre él, condenado a acostarse por última vez como un “caimán dormido”.
¿Dónde reside el verdadero enemigo? ¿Dónde la amenaza? Es algo que se pregunta página a página Ronaldo Menéndez en está novela de elementos que cobran su significación como se cobran las piezas los cazadores, en el momento justo, en el lugar exacto. Una novela desgarradora, violenta, de inquietante luz y oscuridad, sangrante, cínica a veces, otras, patética, pero siempre, continuamente, de ritmo desollado como la respiración de los corredores de fondo o de los ahorcados, de esos hombres que se atreven a cruzar el Hambre de su propio apetito, abisal apetito de Oscuridad.

domingo, 22 de julio de 2007

Espacios translúcidos - Clara Janés

ESPACIOS TRANSLÚCIDOS
Clara Janés
Editorial Casariego. Madrid, 2007.
ISBN: 84-86760-80-1
Precio: 25,00 €
72 páginas

Clara Janés (Barcelona, 1940), poeta de larga trayectoria --su primer libro Las estrellas vencidas, fue publicado en 1964-- manifiesta en Espacios Translúcidos una peculiar escritura, caracterizada por la levedad y la mirada contemplativa, donde la luz y el color, la poesía, la fotografía y la tinta de palabras y dibujos interaccionan entre sí.


Entre imágenes caracterizadas por la blancura del albedo y espacios que evocan a Tarkovski, Clara intercala una poesía conectada por su espiritualidad con Holan y San Juan de la Cruz y con la musicalidad de la poesía medieval persa.

"Sí, el espacio, el tiempo, la casualidad, son formas de la conciencia, y la esencia de la vida está más allá de esas formas." (A. Tarkovski)

Tal y como indica en el prólogo Mariosa Scaramuzza, el leitmotiv de este peculiar diálogo entre la imagen y la palabra es la Luz. Poesía del alba, que a la vez es hermética, constituída por reflejos y por la transparencia del aire y el agua.

"¿qué fue de aquel bosque de altísimos pinos silenciosos que se desprendían de copos de corteza como manso, armonioso tributo a la gravedad sin que su fuerza ascensional mermara? De no se por esa leve caída, se diría un proyecto de eternidad: intersección entre verticales de luz y horizontal del vuelo de una mariposa."

Así comienza un libro que termina entre la plegaria del amanecer y la belleza del fuego de Plotino.

domingo, 8 de julio de 2007

Un hombre sin patria - Kurt Vonnegut


Kurt Vonnegut
UN HOMBRE SIN PATRIA
Traducción de Daniel Cortés
Editorial: Ediciones del Bronce. Barcelona, 2006.
Cartoné con sobrecubierta
ISBN: 84-8453-167-8
Precio: 19,00 €
Tamaño: 15 x 23 cm. 172 páginas

Un hombre sin patria es el último libro que publicó Kurt Vonnegut (Indianápolis, 1922- Nueva York, 2006). Autor no muy conocido en España que alcanzó la fama mundial con su obra maestra: Matadero cinco o La cruzada de los niños, donde el germanoamericano revisitaba en plena guerra de Vietnam la masacre causada por el bombardeo incendiario inglés sobre Dresde, la Florencia alemana, el bombardeo con más victimas de la historia de la humanidad, superando incluso los bombardeos nucleares de Hiroshima y Nagasaki. El libro supone el cierre de una brillante carrera, que incluyó también otras novelas excelentes como Cuna de gato, Madre noche, Las sirenas de Titán, Pájaro de celda o Dios le bendiga, Mr. Rosewater.

De naturaleza ensayística combina reflexiones de Vonnegut con reproducciones de textos serigrafiados, unos y otros textos, son breves, brillantes y llenos de humor ácido, criticando todos los aspectos de nuestra sociedad más desagradables para él, desde Bush hasta la destrucción del medioambiente por el uso abusivo de los combustibles fósiles.

Con apenas 170 páginas, muchas de ellas ilustradas, y la claridad de lenguaje que atesora el autor norteamericano se lee en un suspiro. No se trata de una colección de artículos y su humor e ingenio le alejan del panfleto político, es sin más una obra literaria sin grandes pretensiones pero llena de valores y de alguna información valiosa, como es la aclaración de que Matadero 5 arrancó realmente cuando fue consciente de que los soldados que lucharon en la guerra "eramos niños" -siempre lo son-, en un contexto que le permitía escribir líbremente sobre la verdad que había visto: "las cosas horribles que les habíamos hecho a la peor gente imaginable: los nazis".

Se define a sí mismo como humanista "Los humanistas procuramos que nuestra conducta sea lo más decente, justa y honrosa que podamos, sin esperar recompensa ni castigo en otra vida", como Cristiano "si Cristo no hubiese pronunciado el Sermón de la Montaña, con su mensaje de misericordia y piedad, yo no quisiera ser un ser humano.", al tiempo que ateo y socialista.

Más allá de las clasificaciones que se otorga a sí mismo Vonnegut, nos encontramos con uno de los representantes de una extensa estirpe de escritores satíricos, cuyo príncipe es Rabelais y con una nómina donde encontramos a Jonathan Swift y Mark Twain, éste último de influencia innegable sobre el autor norteamericano. No es como dice desacertadamente la cuarta de cubierta, la recuperación del "género de crítica que popularizó Michael Moore, pero lo lleva a un nuevo nivel".

Tras enumerar las múltiples contradicciones de los críticos que le calificaban de escritor de ciencia ficción por el mero hecho de utilizar con conocimiento de causa la tecnología en sus novelas y también de ludita, con esa fidelidad extraña en el siglo XXI hacia la máquina de escribir y hacia las serigrafías, finaliza este apocalíptico y luminoso libro con un Requiem en verso, donde la Tierra exclama: "¡se acabó!, a la gente no le gustaba estar aquí".
Ahora "Kurt Vonnegut está en el cielo" y desde ahí nos sigue regalando su ironía, aquí botón de muestra:






domingo, 1 de julio de 2007

Scaramouche, la cultura de la risa


Rafael Sabatini
SCARAMOUCHE
Traducción de Manuel Pereira Quintero
Editorial: Mondadori. Colección: Grandes clásicos. Barcelona, 2007. 1ª edición.
Cartoné con sobrecubierta
ISBN: 978-84-397-2079-9
Precio: 21,00 €
Tamaño: 21 x 14 cm. 432 páginas

La exitosa novela del angloitaliano Rafael Sabatini, creada en 1921, ha sido erróneamente considerada como un bien realizado ejemplo de las novelas de aventuras y un tardío colofón o secuela de un género cuyo ejemplo más glorioso estaría en los Tres Mosqueteros de Dumas.
Incidieron en esta lectura la óptica aportada por el cine con la adaptación de varias obras de este autor: Capitán Blood, El Halcón de los Mares y ésta que nos ocupa: Scaramouche.

Hay ocasiones en que las apariencias engañan, orienta sobremanera la primera frase del libro, digna por cierto de figurar en la antología de mejores primeras frases: "Nació con el don de la risa y con la intuición de que el mundo estaba loco. Y ese era todo su patrimonio".

En efecto esta obra anticipa en bastantes años el interés por un aspecto de la cultura que luego interesaría sobremanera a Mijail Bajtin, el rol de la "cultura de la risa" frente a la cultura de la seriedad del ámbito oficial (Iglesia, Estado, etc...) un antitético espejo artístico y teatral de cuyas máscaras se despojan finalmente los hombres para volver al universo grave de la existencia cotidiana.

No es si no otro el trayecto que se dibuja en la travesía vital de André-Louis Moreau, el héroe de esta aventura, la cual corre paralela a la gestación de la Revolución Francesa. André-Louis, acosado de sedición por defender las ideas antiaristocráticas de un amigo suyo, se refugia en una compañía errante de la Commedia dell'Arte para pasar desapercibido, es ahí donde se convierte en el actor que representa a Scaramouche. Es ese segundo acto el más brillante de la novela, con un juego metaliterario notable, un ritmo espléndido y con una admiración evidente por la cultura popular que se encierra en este tipo de teatro.

Es en efecto esta la parte más original de la novela, y su nucleo central: la vida y la aventura de la vida como representación y a la vez la vida también como motor de la evolución de la narración: un André-Louis que se prepara de forma constante para el gran duelo final con su enemigo.

El último tercio del libro presenta al personaje de vuelta al mundo de "la seriedad", donde el personaje se convierte en paladín de tercer estado, un consumado maestro de esgrima y diputado de la asamblea. El amor por una joven actriz se sustituye aquí por el de una joven noble, clase a la que finalmente, el hasta entonces desclasado André-Louis desconocía pertenecer. Termina pues así la representación carnavalesca y baja el telón.

El final feliz desmerece un tanto el relato, cerrado y como de cuento, tras unas peripecias vistas siempre desde la perspectiva revolucionaria resulta ciertamente chocante pues es discutible que André-Louis haya amado ser alguien más que cuando era Scaramouche. Quizá este aspecto dota al libro de un matiz algo anticuado, en una época en que ya se alumbraban obras de vanguardia.

En el lado "negativo" de esta buena novela está el tratamiento que se hace del mundo "serio", con una explicación demasiado discursiva y plana de la situación histórica que contrasta fuertemente con la agilidad del resto de las páginas. Algo que no obstante no es extraño encontrar en cualquier best-seller de nuestro tiempo, pero que sin duda podría haber sido tratado de otra manera. Aunque se justifica narrativamente diciendo que se trae a colación no por ilustrar la historia de aquella época sino porque revela la perspectiva de André-Louis la realidad es que es una exposición algo forzada que obviamente no sería la de un personaje coetáneo de los acontecimientos, sino de un discurso proveniente de la perspectiva de historiadores más modernos.

En cierto modo nos encontramos con un peculiar objeto literario de bastante calidad, con algunos claroscuros, a medio camino entre la novela del XIX, el teatro de Goldoni o de Ben Johnson y el bestseller moderno. La mejor novela de uno de esos hombres que consagraron su vida a algo tan importante como fútil: escribir.

lunes, 25 de junio de 2007

El jinete de bronce - Aleksandr Pushkin


EL JINETE DE BRONCE
Traducción, estudio preliminar y notas de
Eduardo Alonso Luengo. Edición bilingüe.
1ª edición: 2001. 2ª edición: 2005.
101 pp. Rusia.
PUSHKIN, Alexandr
poesía Hiperión, 387
ISBN:84-7517-673-9 / 978-84-7517-673-4
Precio: 8 €



En 1833, Alexandr Pushkin concluyó una de las obras fundamentales de su breve pero deslumbrante biografía artística. El jinete de bronce es un poema narrativo de extensión media: 481 versos, que aunque parte de un hecho real --la inundación que asoló San Petersburgo en 1824-- construye a partir de la perspectiva particular de Eugenio, un pobre funcionario que pierde a su novia en la riada, una peculiar epifanía, donde el personaje, enloquecido de dolor, se enfrenta a la estatua del zar Pedro, que se eleva triunfal como la estatua ecuestre de Marco Aurelio sobre un inmenso pedestal de roca a las orillas del Neva.

El poema progresa desde la violencia extrema de la tormenta a la angustia interior del personaje y hacia un ambiente cada vez más oscuro, con una plasticidad, ritmo y sucesión de imagenes abrumadores.

Un poema que raya la perfección y que forma parte de una obra que en su conjunto se considera que funda la literatura rusa moderna y que por otro, da origen a una brillantísima estirpe de poetas petersburgueses entre los que se encuentran Mandelstam, Ajmatova, Brodsky...

Este poema inspiraría al mismo Dostoievski cuando su Adolescente reflexiona acerca de San Petersburgo: "Si de igual modo que se remonta esa niebla y se va arriba, ¿no se irá con ella también toda esa podrida, enfangada ciudad, no se elevará con la bruma y desaparecerá como niebla, y quedará en lugar suyo el antiguo pantano finés, y en su centro, para ornato, el jinete de bronce sobre su resollante corcel?".

Tan extremadamente audaz como poco condescendiente con el zar Nicolás I fue una de las pocas obras que han permanecido de forma constante en el canon literario ruso, incluso tras la convulsión cultural de la revolución soviética. En el prólogo se comenta la frecuente comparación de Pushkin con Mozart, debido tanto a su prodigioso talente como a su breve biografía. Esta obra sin embargo quizá se podría conectar plenamente con otro artista de la época: Eugene Delacroix, con el movimiento que imprime a sus obras, con la fortaleza del trazo y el uso intenso del claroscuro.

Extracto:
(...) Rodeando el pedestal del monumento
se acerca el pobre loco, y la mirada
clava en la faz del Zar de medio mundo.
Con el pecho turbado y oprimido
posa en la helada verja la cabeza.
Se le nubla la vista y una llama
le corre por las venas, y la sangre
le empieza a hervir. Se le ensombrece el gesto
ante el soberbio monstruo, le rechinan
los dientes y las manos se le crispan
cuando poseo por obscura fuerza
le susurra con rabia estremecida:
"¡Espérate, arquitecto de milagros!
¡Ya verás!..." y se escapa a la carrera
creyendo que el terrible zar, ardiendo
en ira, la cabeza había girado... (...)

lunes, 18 de junio de 2007

William Blake por G.K. Chesterton


Gilbert K. CHESTERTON
WILLIAM BLAKE
Traducción de Victoria León.
Prólogo de André Maurois
Ediciones Espuela de Plata, Col. Literatura universal, nº3, Sevilla, 2007, 1ªed
Precio: 9 €
220 páginas

Edición extremadamente cuidada, partiendo de una originalísima cubierta, buena traducción y un buen prólogo de André Maurois, y con numerosas ilustraciones de William Blake que resultan totalmente pertinentes habida cuenta a la relación entre las imágenes y la visión poética que sobre Blake establece el propio Chesterton. Tan sólo se hecha en alguna ocasión de menos el que se hubieran incluido algunas láminas en color y a mayor tamaño, algunos poemas como "El Tigre" bien lo hubieran merecido. Sea como fuere una edición muy por encima del estándar que normalmente nos encontramos, lo que es de agradecer.

El lector de Blake siempre puede encontrar algo de interés en las lecturas que los distintos escritores hacen de él y en especial si se trata de tipos con la sagacidad de Chesterton. Blake confiere a sus poemas de una densidad de sentido asombrosa y unas imágenes y mitología tan extremadamente concretas y elaboradas como poco familiares en ocasiones, que el orondo escritor inglés colabora a dilucidar.

Chesterton se alumbra el camino desde los "motores" de la creación, Maurois -y en la lectura del libro de GKC aflora lo mismo- llama la atención sobre la afinidad "adánica" de ambos, que de alguna forma reinventan la religión desde una posición muy personal para llegar a soluciones que en el marco del cristianismo dominante en Inglaterra (protestantes y anglicanos) les sitúa en un extraño punto intermedio con el catolicismo.

Más allá de la fe, une a ambos autores una peculiar forma de relación con el mundo que les rodea y del que se alimentan intelectualmente. La admiración hacia Blake es sincera y algunos poemas -como El Tigre- son considerados por Chesterton logros incontestables. Eso no excluye la crítica:

"En mi opinión, es posible comprobar, por lo general, si bien con algunas importantes excepciones, que siempre que Blake habla más de inspiración es cuando realmente está menos inspirado. Es decir, menos inspirado por sean cuales sean esos espíritus que gobiernan la buena poesía y el buen pensamiento. Sean cuales sean los espíritus que gobiernan la mala poesía y el mal pensamiento, él estaba abundantemente inspirado por ellos. [...] Está bien que grandes hombres como Mr. Rossetti y Mr. Swinburne confíen plenamente en el serafín de Blake. Naturalmente, ambos pueden confiar en los ángeles ―pues no creen en ellos. Sin embargo, yo sí creo en los ángeles y, de paso, también en los ángeles caídos."
Como se ve su admiración se aleja de la perspectiva prerafaelita. Chesterton crea un ensayo de desigual progresión, que contiene ciertamente numerosas aportaciones valiosas, entre otras, el relacionar a William Blake con su época, el siglo XVIII, considerado habitualmente como el "siglo de la razón". Conecta esto con el desmontaje y reconstrucción formal de las religiones que provoca la emergencia de sociedades secretas entre las que se encuentra la masonería. Otro de los hallazgos es la comparación por oposición entre la visión artística de Blake y el impresionismo contemporáneo, el uno viendo la esencia de las realidades y el otro las diferentes realidades en torno al mismo ser (véanse las series de catedrales de Monet).

En este libro se encuentra al fin y al cabo la reunión de dos poéticas interesantísimas y personalísimas, la de William Blake y la de Chesterton, una lectura muy aprovechable para cualquier lector que alumbra al tiempo la transición hacia la cultura contemporánea.

martes, 12 de junio de 2007

El juicio de Dios de Heinrich Von Kleist

El relato publicado en la colección "Breviarios del Rey Lear" muestra un ejemplo de la mejor escritura alemana del romanticismo: mientras Hölderlin se mostraba como uno de los poetas más audaces y significativos del movimiento, Von Kleist alumbraba con una prosa cuidada y clara, sólo sencilla en apariencia, sus propios y profundos propósitos.




"El Juicio de Dios" de Von Kleist se inscribe en una de las lineas de fuerza que sostiene su precisa escritura: la lucha por dar sentido a la vida a través de la literatura, o cuando menos por preguntarse todo tipo de cuestiones en torno al objeto de su preocupación. Dios no queda al margen, la muerte tampoco: "Después de la ceremonia nupcial, don Friedrich fue condecorado por el Emperador, y cuando éste acabó sus asuntos en Suiza, regresó a Worms". Una vez allí, ordenó que en los estatutos del santo duelo divino, donde se supone que siempre salen a la luz los culpables, añadiesen las palabras: "Si es la voluntad de Dios". "

Reconocido como uno de los autores que más influyó en Kafka sostiene en esta obra una obsesión por la naturaleza de la Justicia, su relación con la venganza y los defectos en su aplicación, que en efecto emparentan este breve cuento con El Proceso, mientras que su argumento y sustancia llevan también hacia Robert Luis Stevenson.

El juicio de Dios con todo y pese a su grave trasfondo temático usa de un peculiar tejido narrativo que se articula con la levedad y el aroma de un cuento alemán de princesas. Un retorno a la tradición que le relaciona con un movimiento del que los máximos representantes serían sus coetáneos: los Grimm, aunque ciertamente se utiliza con un sentido literario asombroso.

Kleist hace arder en la hoguera a la verdad absoluta en un tiempo pasado en el que los meses se sucedían contemplando las lunas y Dios creía ser aún cierto tipo de Juez.




EL JUICIO DE DIOS (EL DUELO)
HEINRICH VON KLEIST
REY LEAR 2007
67 PÁGINAS
Traducción de Ursula Toberer

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Heinrich Von Kleist (Frankfurt del Order, 1777 - Wannsee, 1811) está considerado uno de los principales escritores alemanes del siglo xviii, máximo representante en su país del movimiento romántico. Su influencia fue decisiva en autores posteriores, como Franz Kafka, aunque durante su vida tuvo que sufrir la incomprensión de sus coetáneos. Tras emprender la carrera militar, en 1799 se trasladó a Berlín, donde estudió filosofía y matemáticas. Allí se familiarizó con el pensamiento de Kant y renegó de la existencia de una única verdad absoluta.

Creador junto a Tieck de la novela corta alemana, se le considera precursor de la literatura expresionista. Viajó por gran parte de Europa y se enfrentó abiertamente contra el imperialismo napoleónico, lo que le costaría la cárcel. Con tan sólo 34 años, agobiado por la desesperanza y la ruina económica, se suicidó en el lago Wannsee junto a su amante, Henriette Vogel.

lunes, 4 de junio de 2007

Alianzas duraderas - Cristina Cerrada

CRISTINA CERRADA
LENGUA DE TRAPO
320 PÁGINAS, 21,85 EUROS
Alianzas duraderas, Cristina Cerrada
Alejándose del costumbrismo y con una mirada original, provocativa e irónica, Cristina Cerrada (Madrid, 1970), indaga a través de ésta su segunda novela, “Alianzas duraderas”, en la dificultad por sobrellevar una vida anodina, familiar y relativamente estable, cuando para ello se ha tenido que renunciar a aquello que más se deseaba. En palabras de la escritora: "¿Hasta qué punto el abandono de la propia identidad y de las fantasías que te han acompañado durante los primeros años de tu vida son tolerables después de tanto desprendimiento?".

Bernabé Leblanc ha pasado de dar clases de antropología en la universidad a trabajar como operario en un servicio de limpieza del ayuntamiento. Lejos quedan sus sueños de convertirse en investigador, de viajar a lugares recónditos para estudiar tribus primitivas. Dadas las dificultades económicas en que se encuentra, se traslada a la casa de su suegro junto a su voluminosa familia —cuatro hijas, una nieta, su mujer, el marido de la hija mayor—. Bernabé soporta estoicamente la situación —los despotismos de su jefe en la unidad de limpieza, los desvaríos y devaneos de su suegro, etc—, pero todo se complica cuando una antigua compañera de profesión le ofrece dejarlo todo y viajar al Pacifico Sur a investigar las costumbres sexuales de una tribu nada común.

“Alianzas duraderas” es así una comedia dramática, que nos traslada, sin caer en sentimentalismos fáciles, a una realidad cruda y descarnada, a un mundo en el que alcanzar la felicidad es, como poco, una tarea bastante complicada.

La estructura de la novela es convencional —el narrador comienza mostrándonos unas “instantáneas” de la vida de Bernabé para luego seguir un orden cronológico en el que intercala flashbacks cuando la narración lo requiere—, pero es en el estilo, en su prosa directa, mordaz y concisa, en la sobriedad de sus descripciones, en el acertado manejo de las metáforas de situación, donde la novela realmente destaca. Si a todo esto, además, le sumamos un excepcional trabajo con el diálogo y unos personajes complejos y contradictorios que van evolucionando desde la primera página y que logran establecer una gran empatía con el lector, podemos terminar afirmando que estamos ante un texto nada desdeñable, de alta calidad literaria, y con buenas dosis de un particular humor, tan sutil como punzante.

jueves, 26 de abril de 2007

Cuentos de muerte y de sangre de Ricardo Güiraldes

Ricardo Güiraldes
Cuentos de muerte y de sangre
Prólogo de Mateo de Paz
Artemisa Ediciones, La Laguna,
Santa Cruz de Tenerife, 2006
144 páginas, 14.95 €

Ricardo Güiraldes cerró con llave de oro la literatura gauchesca. Don Segundo Sombra (1926) fue la novela que le dio la fama universal un año antes de morir en París a causa de un cáncer linfático. El pasado 2006, Artemisa Ediciones, publicó Cuentos de muerte y de sangre, la primeriza obra narrativa de Güiraldes en 1915. Curiosa es la historia de un libro que, publicado a la par que el libro ultraísta El cencerro de cristal, vendió solamente siete ejemplares, como señala Mateo de Paz en el prólogo titulado «El hombre sin generación». La razón del estrepitoso fracaso reside en que la crítica se rió del Cencerro y la mala fama de este libro de poemas arrastró a unos cuentos que incidían en el ser argentino gauchesco. El resto de la tirada fue arrojado al pozo de La Porteña, la conocida estancia que los Güiraldes tenían en San Antonio de Areco, un total de 2.500 libros, de los que Adelina del Carril, su mujer, logró salvar unos pocos que hoy se han convertido en material de coleccionista. El lenguaje de estas narraciones es duro, plagado de regionalismos y expresiones pamperas, pero en la obra se intuye, sin embargo, ese arte de narrar que tan sólo dos años después Horacio Quiroga ascendería a maestría de genio con Cuentos de amor de locura y de muerte (1917). Muchos de los cuentos, fundamentalmente los primeros, dejan la puerta abierta a la imaginación del lector. En su abertura se presiente ya la parquedad de los cuentos hispanoamericanos posteriores: el citado Quiroga, Rulfo, Di Benedetto y Borges, entre otros. Sus apasionantes historias, por lo tanto, merecen la pena ser leídas porque en ellas se aprecia el origen del cuento hispanoamericano que luego nos llegó con el «boom». Cuentos de muerte y de sangre no es sólo para expertos en la literatura gauchesca o admiradores del afrancesado Güiraldes, sino un libro recomendable por su calidad, su buen hacer y el interés de la primera obra de un autor universal.

Fragmento de «El pozo»:

Sobre el brocal desdentado del viejo pozo, una cruz de palo roída por la carcoma miraba en el fondo su imagen simple.
Toda una historia trágica.
Hacía mucho tiempo, cuando fue recién herida la tierra y pura el agua como sangre cristalina, un caminante sudoroso se sentó en el borde de piedra para descansar su cuerpo y refrescar la frente con el aliento que subía del tranquilo redondel.
Allí le sorprendieron el cansancio, la noche y el sueño; su espalda resbaló al apoyo y el hombre se hundió, golpeando blandamente en las paredes hasta romper la quietud del disco puro.
Ni tiempo para dar un grito o retenerse en las salientes, que le rechazaban brutalmente después del choque. Había rodado llevando consigo algunos pelmazos de tierra pegajosa.

lunes, 9 de abril de 2007

EL DISPARATADO CÍRCULO DE LOS PÁJAROS BORRACHOS

JUAN APARICIO-BELMONTE
LENGUA DE TRAPO
XII PREMIO LENGUA DE TRAPO
256 PÁGINAS, 18,50 EUROS


Afirma Tomachevski en "Teoría de la literatura" que los géneros literarios evolucionan, en muchas ocasiones, gracias a la parodia, a la intrusión de los procedimientos de las obras pertenecientes a los géneros bajos --"historietas divertidas, sin pretensiones y no siempre decorosas"-- en los altos, y que esta intromisión termina por configurar un paradigma diferenciado. Esto es algo que lleva ocurriendo cierto tiempo en relación a la novela negra y la policíaca --ejemplos significativos en nuestra lengua son E. Mendoza o R. Reig--, conformando así nuevos géneros en clave de comedia regidos por los rasgos dominantes de sus antecesores y a su vez distanciados de ellos. "El disparatado círculo de los pájaros borrachos", tercera novela de J. Aparicio-Belmonte (Londres, 1971), es el último ejemplo de la vigencia y la importancia de este tipo de literatura.
Luis Pellitero --un escritor poco o nada conocido-- y Micol Llagas --una despampanante e insegura policía, ex novia de Luis-- son los personajes centrales de una historia donde el rencor es la causa y la consecuencia de todo lo acaecido. Luis es acusado de dos asesinatos por Micol y encerrado y sometido a duros interrogatorios. Desde la celda, Pellitero narra y ficcionaliza tanto lo que le ocurre como su tumultuosa relación con ex novia, con su editor Críspulo Bocanegra, etc. Al mismo tiempo, leemos una novela escrita por Pellitero, cuya protagonista es el alter-ego de Micol, Sarita Lagos, y en la que se da cuenta de la venida de un "Mesías no actualizado", emisor de desconcertantes mensajes como "Se dice A Coruña y no La Coruña". La llegada del Mesías repercute profundamente en el escenario político español y mundial y en la vida de la propia Sarita, que ve deteriorarse las relaciones que venía manteniendo con un personaje influyente, "el líder", hasta el punto de conducirla a Roma, donde comienza una investigación en torno a los despropósitos de unas extrañas y mafiosas señoras de la limpieza.
La novela se sustenta, por tanto, sobre dos planos ficcionales que lejos de permanecer independientes remiten uno a otro constantemente, que se contaminan y solapan a partir de la primera línea, permitiendo al plano ficcional ajustado más a la realidad efectiva resultar tan extravagante como la fantasía inconsistente --o "la multitud inconsistente de fantasías", parafraseando a Slavoj Žižek-- recreada en la novela de Luis. Así, si en uno encontramos una obra de arte contemporáneo que es una "vagina luminosa" y parlante --habla "en castellano, gallego, vascuence, catalán, bable, y castúo"--, que despide confeti al presionarle el clítoris, en el otro vemos al rey de España agitando la bandera de la República --el rey es daltónico-- o al estrafalario Mesías diciendo que "al Real Madrid le perjudican los árbitros", con la consiguiente respuesta de la Generalitat de Cataluña subrayando la "naturaleza satánica indudable del Enviado". La intervención, por otro lado, de diferentes narradores a lo largo del texto, que se yuxtaponen indistintamente, bajo los cuales se oculta o se presenta abiertamente Pellitero, incrementa la confusión promovida por Aparicio-Belmonte desde el comienzo, creándose así un collage narrativo y circular en el que todas las partes se comunican.
"El disparatado círculo de los pájaros borrachos" es, en fin, un libro donde el absurdo, la excentricidad y la sátira más aguda son los catalizadores de una trama enrevesada y divertida, en la que no faltan tampoco reflexiones metaliterarias, y que sitúa al autor como una de las voces más destacadas y originales de un género --la novela negra paródica-- en vigor.

miércoles, 14 de marzo de 2007

Presente en una ejecución y otras historias de fantasmas, Ambrose Bierce

Presente en una ejecución y otras historias de fantasmas, por Ambrose Bierce
Artemisa Ediciones, Santa Cruz de Tenerife, 2006


Eerno heterodoxo de las letras norteamericanas, la biografía de Ambrose Bierce (1842-1914?) es digna de uno de sus febriles relatos: aventurero, soldado, hábil epigramático y periodista combativo, su nunca esclarecida desaparición en Méjico puso fin a sus días al tiempo que terminó de cimentar su leyenda. Su capacidad para lo sobrenatural queda de manifiesto en esta colección de “casos reales”, cuyo trasfondo es casi siempre de la Guerra de Secesión o un sur profundo rural de una crudeza que no habrían desdeñado Jack London o Wiliam Faulkner. Relatos de aparecidos de corte clásico pero con el inconfundible sello “Bitter Bierce”, un estilo nervioso y directo que los emparenta inquietantemente con la crónica.


Más info: www.artemisaediciones.com

lunes, 26 de febrero de 2007

Las encantadas, Herman Melville

Herman Melville
Las encantadas
Ediciones Artemisa, 2006.
Traducción de Ana Lima; prólogo de Francisco León.
15,95 euros


Hacia 1846, Melville avista las Galápagos, habían pasado dos siglos desde que los españoles al mando de Tomás Berlanga pisaron por primera vez la isla. A lo largo de ese tiempo las Encatadas o Galápagos fueron tierra de piratas, presos, soldados-reyes, reyes-tiranos, balleneros, fugitivos, náufragos, ermitaños; inquilinos que dejaron en la corteza de las islas, cicatrices que el autor de Moby Dick en 1854, reconstruyó para la revista Putnam´s Monthly Magazine. A lo largo de diez cuadros, Melville retrata un enclave que había servido como refugio, cárcel, Estado o laboratorio-estado y tierra de nadie, que había sido tentativa frustrada de todos los asentamientos planeados por el hombre. Cuando Melville llega las tortugas y los perros, fieles supervivientes de los hombres, dominan el archipiélago: “los vestigios de los ermitaños y las cavidades de piedra no son los únicos rastros de humanidad que se encuentran en las islas”. Cartas abandonadas, animales domésticos, caparazones de tortugas, epitafios y tronos de piratas, no fueron claros avisos o un retrato lo suficientemente desolador para los futuros inquilinos que convirtieron las Encantadas en hotel de ricos, hospedaje de noruegos, y en muro de lágrimas. Hacia 1854, Melville, adelantándose a la historia, retrata en Las Encantadas la expulsión del hombre de las Galápagos. Un siglo más tarde la humanidad prescindirá de su deseo de vivir sobre ellas.

Más info: http://www.artemisaediciones.com/

viernes, 23 de febrero de 2007

Las Bestias, de Ronaldo Menéndez

Las bestias
Ronaldo Menéndez
Lengua de Trapo, 2006
144 páginas, 15.21 €




por MATEO DE PAZ




En la literatura cubana se ha hablado de la ciudad caribeña con alegría y desenfreno, con cierta nostalgia por lo que fue y nunca tuvo, mediante el humor absurdo o incluso a través del surrealismo. También se ha designado a Cuba sin nombrarla, haciendo que el lector digiera las sugerencias y los matices mediante la representación de un lugar en el mundo callando su nombre pero haciendo ver que se trata de lo que el lector sospecha e imagina. El hambre cubano nos ha llegado a través de televisores y de revistas, gracias a quienes lo han sufrido y ya no viven allí o a los turistas que lo han visto sin padecerlo. Las bestias, sin embargo, nos habla de un hambre especial y distinto, un hambre que nace en la «oscuridad de la incertidumbre» del ser humano: «En la ciudad nadie se había planteado que criar puercos en bañeras, techos, traspatios y armarios, carecía de urbanidad. Pero el meollo tenía raíces más profundas», comenta el narrador a propósito de la cría de cerdos. Esta simbología del hambre, puesta en contacto con la persecución del profesor Claudio Cañizares, hace que entendamos la novela como un intento por mostrar la desolación del pueblo dirigida desde un «gobierno absoluto» que domina todas las cosas. De hecho, al protagonista le será imposible imaginar la «causalidad» de las cosas que lo asedian hasta la desesperación y la angustia o por qué razón Jack y Bill, agentes de una Sociedad Secreta, lo persiguen para matarlo, cuando él mismo se identifica con un cero a la izquierda, con un ser anodino que vive al margen del ser o como un punto blanco sobre un fondo blanco. En realidad, lo único que guarda interés para el personaje es pasar desapercibido y continuar con las investigaciones que giran en torno a su tesis.

Por otro lado, los puercos que el vecindario cría en clandestinidad son alimentados mediante baldes de sancocho, de tal forma que a través de los restos de la poca comida puedan aprovecharse sus cuerpos para la alimentación humana, y otros usos. Estos usos están velados por el misterio que a lo largo de la obra estarán resueltos con la aparición del hambre y la curiosidad de Cañizares por saber la razón para su crimen. La etapa final, donde todos y cada uno de los fragmentos diseminados a lo largo de la obra encuentran su punto de justa resolución, es sorprendente y brillante. El hambre de la sociedad en que viven los personajes, en apariencia epidérmicos, y la paradoja que deviene con la aparición de algunos elementos tecnológicos encuentra una respuesta trascendental en la extinción de los gatos de tejado y la posterior desaparición del avestruz del zoo, alimentado y engordado por el propio director del parque para puchero de su familia. El hambre, como vemos, cumple una función esencial en la obra: es el móvil, motor y eje conceptual y crítico; aunque hiperbolizado en la desaparición de otras especies zoológicas: «El mal ejemplo cundió, y poco a poco fue diezmada la comunidad de cocodrilos, ciertas especies de monos, todas las aves, algún que otro camélido y otros herbívoros». En Las bestias, por tanto, la cría de cerdos para la supervivencia de una sociedad hambrienta y desposeída de libertad tiene una simbólica semejanza con la vigilancia y el exterminio del sujeto por una Sociedad Secreta. Mediante un lenguaje a veces extraño, lleno de atrevimientos y de torpezas lingüísticas («aquel gerundio de cadáver», los morenos que empiezan a «machihembrarse», un camarero «enclaudiomismado», «alcantarillamente bajos», etc.), pero explicado por la bruta personalidad de un «Gordo-escritor-traficante de armas y otros objetos (yo)» que pretende ser lo que no representa (un buen escritor), una serie de diapositivas polifónicas en su parte final, compuesta de un fragmento de tesis, un diario, un epílogo y la confesión de Bill a las puertas de su muerte, hacen de la novela, en definitiva, una suerte de compleja estructura narrativa que nos recuerda demasiado al arte cinematográfico.

martes, 13 de febrero de 2007

La muerta enamorada, por Théophile Gautier

La muerta enamorada, por Théophile Gautier
Artemisa Ediciones, 2007 Santa Cruz de Tenerife.


Miembro destacado de los renovadores literarios del siglo XIX en Francia (a él dedica Baudelaire sus Flores del mal en un encabezado ya célebre), Gautier cultivó con fortuna géneros tan diversos como la novela, la poesía, el teatro o el libro de viajes. Sin embargo, quizá lo más conocido de su producción continúen siendo sus cuentos breves, de corte fantástico y en ocasiones con un punto macabro, memorables por la concisión del estilo, su original tratamiento de los temas y su capacidad para la evocación de ambientes post-románticos. Artemisa Ediciones recupera ahora una de sus narraciones más celebradas, La muerta enamorada, una historia de amor obsesivo y vampirismo que conserva intacto a través del tiempo todo su poder de fascinación.



Libro Recomendado por Hotel Kafka ( http://hotelkafka.com )
 

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